domingo, 3 de enero de 2010

CRITICO

CRITICO:

Azúa nos dice que no hay que confundir este término ni con el sabio ni con el profesor. El sabio es aquel que trata de conocer la razón de ser y el fundamento de las cosas en general y del mismo ser en particular. En el terreno del arte busca cuáles son las causas profundas de una actividad humana distinta a todas las demás. Las obras de arte son para el sabio signos de un jeroglífico del tamaño del universo, y los productos artísticos, palabras de una narración cuyo comienzo se sitúa en las cavernas y cuyo final se sitúe posiblemente en el mismo lugar.

El profesor es mucho más fácil de reconocer. Habita en la universidad y sabe algunas cosas según Azúa. Suele tener un campo de conocimiento muy discreto pero macizo. En el terreno del arte conoce muy bien cosas específicas pero fuera del campo específico de sus conocimientos muestra desconcierto. Para él las obras de arte son su sustento, su forma de ganarse la vida Pero el crítico es un individuo de especie distinta. Hasta hace relativamente pocos años sólo se conocían dos tipos de crítico, el de toros y el de teatro. Luego se han multiplicado y en la actualidad hay críticos de casi todo.

El crítico a diferencia del sabio que lo sabe todo y del profesor que sabe algo, no sabe absolutamente nada, pero está informado. Su información le permite dar cuenta de lo que se va produciendo. Su información atiende a lo actual. Si una obra de arte le parece actual es buena, sino es mala. Con ello consigue alabar tan sólo aquello que carecerá de interés al cabo de un tiempo. Continúa Azúa diciendo, y no puedo estar más de acuerdo con él, que casi todo lo denigrado u olvidado por los críticos tiene posibilidades de permanecer, por ello no debe dársele la mayor importancia a los críticos sino todo lo contrario.


Uno de los mejores críticos que jamás hayan existido y cuyos errores son tambien de los mejores que ha producido la crítica es Baudelaire. Éste se percató de que la crítica era verdadera constructora del puro presente y que por lo tanto, el crítico habitaba en la más completa instantaneidad o vacío. El crítico es uno de los pilares del periodismo, es el sustentador de la nada cotidiana, la cual de no ser por el crítico y los periodistas, tendría dificultades para ser percibida. El crítico es una criatura del nihilismo, con mando en el mantenimiento de la nada. Es uno de los mayores fabricantes de nada, en una sociedad con un insaciable apetito de naderías. Éste fue un juicio crítico que más tarde desarrolló uno de los más grandes periodistas modernos, Karl Graus. Para él construir la nada, el abismo del puro instante presente, como lo verdadermante esencial, ocultando la temporalidad y lo real, es la titánica obra del crítico y del periodista.

Para ilustrar de algún modo todo lo expuesto hasta ahora, Félix de Azúa nos remite a la crítica americana entre los años 1950-60. Tras la Segunda Guerra Mundial, los americanos se apoderaron del mercado artístico, os críticos de aquel entonces se llegaron a considerar como una especia de “control de calidad”, se dedicaban a seleccionar cuarenta artistas y justificaban su elección con artículos bien escritos y cultos. Desde la sombra, asumían la responsabilidad de los precios, pero no participaban directamente en los beneficios: habría sido una grosería. El modelo crítico de aquellas décadas fue Clement Greeberg cuya autoridad e influencia en la reputación y el precio de los expresionistas líricos ha sido enorme. En estos años surgieron una serie de movimientos: los minimalistas, los conceptuales, los neo-dada, los inhaladores en general y otros movimientos no sólo enemigos del mercado sino contrarios a la concepción de la obra de arte como un objeto en venta. En 1960 y 1980 las artes se convirtieron más en furibundo discurso moral de la conciencia occidental y durante veinte años de neovanguardias los artistas lucharon casi contra todo: contra la guerra de Vietnam, contra los sindicatos franceses, contra los museos, contra la pintura y la escultura, contra las galerías de arte, contra la calidad, contra el prestigio, contra el talento, contra el oficio, contra las escuelas, contra todo menos contra la crítica y el periodismo. De hecho, los críticos y los periodistas se habían convertido a su vez en artistas o los artistas se habían convertido en críticos y periodistas e iban por esos mundos predicando la moral artística, a favor de unos y de otros pero siempre a favor de sí mismos.. uno de ellos fue Beuys……..

Pero se trata de una excepción; la abundancia dineraria de los años ochenta había ya trasfigurado a aquellos críticos y periodistas metidos a conceptuales, minimalistas e instalaciones. Este regreso del dinero y de la pintura, inspiró a los críticos y los convirtió en directores de galerías y museos. Vender la pintura en los años ochenta ya no era pecado, de modo que los críticos podían volver a ejercer su control de calidad, habían ganado tanto poder en los últimos veinte años, que ahora sí que podían exigir el ejercicio de ese control cobrando un porcentaje de las ventas y tomando para sí todo el protagonismo mediático. Así aparecieron los críticos mediáticos para ampliar al campo de la televisión su ya enorme poder.

Para Azúa todos aquellos que leen las críticas de los críticos son los verdaderos críticos, sobre todo si luego compran el libro recomendado; todos aquellos que leen los periódicos de los periodistas son los verdaderos periodistas, sobre todo si luego repiten lo que han leído en los periódicos ante cualquier persona. Hay que diluir información para que funcione, plantearnos lo que leemos… no sólo repetir lo que se lee en esas críticas o periódicos. El vacío somos nosotros mismos.

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