MERCADO:
En la actualidad no hay otro motor o centro de valoración artística que el mercado, entendiendo por mercado un ente proteico que fija de modo cambiante el precio de las cosas. Si bien el mercado de un modo u otro siempre reguló el precio de las obras de arte, nunca reguló su mérito o su valor. Hoy regula o mejor dicho gestiona el precio como único valor o mérito. El mercado de las artes está gestionado por expertos en finanzas o funcionarios de la administración, rotundamente ajenos a la práctica de las arte y a su valoración.
Una cierta opinión pública cree que el mercado dirige las artes como los antiguos mecenas las dirigían. El sistema de mecenazgo imponía la representación de su propia definición del cosmos, de manera que las artes empleadas por una corona o gran familia debían responder a un sistema coherente de ideas y símbolos. La calidad del trabajo era enjuiciada por expertos, casi siempre artistas ellos mismos.
Pero el mercado el mercado no impone visión alguna porque no representa ningún poder singular. El mercado es contrario y enemigo de todo poder singular. cualquier forma de poder es incompatible con el mercado cuya verdad es el nihilismo en estado puro. El mercado trabaja y se esfuerza en destruir todos los poderes que encuentra en su camino. Su propio poder es absoluto, no depende de nadie, ni admite la competencia de ningún otro poder.
El mercado no sólo ha disuelto las barreras feudales, nacionales, monárquicas, imperiales, sociales, proletarias, sexuales, religiosas, éticas, industriales, legales, estamentales, morales, ... Sino que ha desintegrado incluso las fronteras de lo humano; es el mercado el que fija el precio de una vida humana, según el precio del trasplante de la cama del hospital, del tipo de enfermedad, del seguro privado o público del paciente y del estado de la oferta y la demanda en materia de muerte que se observe en el lugar. Hoy no tenemos defensa alguna contra el mercado, así como no había defensa posible contra el cristianismo y sus empleados en el siglo XII. Lo único que todavía se opone al mercado es la inercia de sus propias creaciones anteriores y superadas.
Evidentemente, el mercado artístico no utiliza conocedores en materia de arte para orientar sus compras, ya que no precisa de orientación ninguna. Los empleados del mercado artístico son técnico en invertir pequeñas cantidades de dinero con el fin de producir enormes beneficios. El actual mercado del arte está conformado, ha tomado su forma actual gracias a las decisiones de los expertos financieros, en un sistema de fraude estabilizados, como el mercado inmobiliario o el mercado de la deuda hipotecaria.
Las artes pueden representar lo que les venga en gana y como les venga en gana o no representar absolutamente nada ya que su valor es indiferente ( la libertad, autonomía o soberanía del arte). Hoy día a nadie le importa lo más mínimo lo que el arte represente o se empeñe en manifestar. El mérito y la excelencia artística son un obstáculo para el crecimiento del precio. La tarea del mercado es convertir la basura en oro. Y basura es cualquier cosa, desde la auténtica basura hasta el oro. El mercado no distingue entre la basura y el oro, porque es función del mercado hacer que la basura sea oro. Esto lo resume en un párrafo de Richar Hughes, que nos muestra Azúa en el que dice que el buen gusto y el conocimiento eran sólo las máscaras de la actividad del mercado que ocultaban un comercialismo carroñero. En el párrafo también dice que el actual mercado está dirigido casi completamente por especuladores financieros, víctimas de la moda y ricos ignorantes. Todos estamos sometidos a los malignos trapicheos del mercado, el objetivo de éste es borrar todos los valores que pueden impedir que cualquier cosa se convierta en una “obra maestra”.
Según el autor el mercado ni es maligno ni beneficio, sino que está más allá del bien y del mal, por lo que el mercado puede en cualquier momento desprenderse del fondo artístico y dejarlo caer hasta su precio cero, la crisis del arte. En conclusión el mercado está obligado a destruir todo aquello que pueda dificultar que la basura se convierta en oro. El mercado destruye el conocimiento porque el mercado produce oro. El antiguo mecenas, en cambio necesitaba imperativamente el conocimiento para encontrar oro. Es una diferencia esencial que marca dos épocas muy distintas en el desarrollo del nihilismo.
miércoles, 20 de enero de 2010
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