domingo, 6 de diciembre de 2009

ESCULTURA

ESCULTURA: para explicar este término Azúa considera importante conocer los argumentos de Baudelaire, un sagaz crítico y poeta, el cual consideraba la escultura, además de un arte anterior a la pintura, mucho más simple y difícil que la pintura.

La inmediatez de la escultura es lo que la hace simple pero a la vez difícil, su tridimensionalidad nos permite a todo el mundo comprender de inmediato lo esculpido. Eso no sucede con lo pintado pues se requiere un cierto grado educación vidual para aceptar la trampa de la pintura: su bidimensionalidad. Si resumimos la opinión de Baudelaire en 1846 podemos decir que el escultor moderno ha renegado a la imitación, tratando de imponer un punto de vista personal y subjetivo y ha empezado a trabajar para un espacio doméstico.

Azúa realiza una comparación entre escultura y pintura para que apreciemos las diferencias entre éstas, pero además nos muestra que es lo que lo tienen en común después de tanto envidiarse e imitarse. Los escultores modernos han tratado de escapar a la mímesis inmediata de la escultura, produciendo piezas que no imitaran nada y sin darse cuenta de que se han puesto a competir con la pintura. Para su consuelo, la pintura una vez renunciado al marco del cuadro y a la definición renacentista del mismo ha saltado del muro para ocupar toda la estancia con instalaciones, environements y otros montajes. A diferencia de la pintura, el escultor no controla el resultado de la mirada del espectador, la escultura carece de punto de vista, es el espectador quien puede tomar la posición que le plazca. El escultor no es tan dueño del resultado de su trabajo como el pintor, ante una escultura, el espectador quiere ser libre y que nadie le dicte desde dónde tiene que mirarla.

La escultura en sus comienzos fue autónoma, cuando representaba dioses y demonios de las tribus primitivas, pero luego siempre se ha sujetado a la arquitectura. En su momento final la escultura se independiza de esa arquitectura y no sabe qué hacer con su espacio; hoy día ésta depende totalmente de la administración pública y de los grandes espacios por ella controlados.

Últimamente las cosas no han cambiado mucho, sólo con Picasso se nota esa ampliación del campo de lo esculpible precisamente porque le importaba muy poco la escultura: Picasso revolucionó la escultura porque su pintura envidiaba la tridimensionalidad de ésta. Éste estaba en condiciones de revolucionarla porque carecía del menor interés profesional en ella, lo que regaló a la escultura fue su prolongación. No había estudiado y como no iban a pagarle por sus esculturas, esa responsabilidad no recaía sobre sus espaldas, tenía plena libertad. ). Esto hace que me plantee cuestiones como ¿no deberíamos realizar lo que queramos, cuando queramos y donde queramos o tenemos que estar dispuestos a las normas del museo, la sociedad o los organismos financieros? Creo que si no tuviéramos esa responsabilidad saldrían obras mucho más interesantes. Si un pintor cualquiera pinta un cuadro o escultura magnífica, sin más intereses que el pleno placer del artista de realizarla, sin pretensiones futuras ni prejuicios exteriores y la guarda o simplemente la contempla sólo sus más allegados… ¿es una obra de arte? ¿O tiene que verla alguien importante o estar colgada en un museo para que sea considerada como tal? Está claro que el arte está es esa relación entre sujeto y “obra” pero realmente tiene que ver con la “belleza” o la trascendentalidad o que cubran los intereses de unas cuantas personas “poderosas”… ¿o tiene que ver con la cantidad monetaria que le den por ello? No lo sé…

Volviendo al tema, después de Picasso, la escultura siguió buscando esa libertad. Los escultores, ya que no podían transformar la escultura, sí que transformaron las condiciones de visión de la escultura mediante la incorporación de la galería de arte como elemento-estructura de la escultura misma. Poco después se escaparon de la galería y saltaron al monte ( Land Arte, Earth Art) o se volvieron ellos mismo escultura ( Body Art).

Con vistas al futuro de la escultura, Azúa comenta que tarde o temprano ésta regresará a su espacio, que es el que le dicta la arquitectura y será de nuevo inconcebible una construcción habitable que no posea un programa escultórico. Es de esperar que algún día la escultura regrese a su lugar natural, la arquitectura y rebaje sus pretensiones de soberanía y autodeterminación; pero en mi opinión no creo que debiese regresar a esa arquitectura como único emplazamiento para la escultura, sino seguir en esa búsqueda de un espacio adecuado para ésta.

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