ARTESANÍA: Es un nombre antiguo del Arte, o si se prefiere, es el nombre de unas artes ya desaparecidas, las artes manuales, de las que vivían, agrupados por gremios, los artistas de la orfebrería de la escultura en cera, la sastrería. Los pintores, por ejemplo, pertenecían al gremio de los boticarios. En aquellos tiempos los aprendices, vivían con sus maestros, siendo éste en único modo de aprender un arte, cuando éste consiste en habilidades y manualidades. Resulta evidente pensar que si el arte es considerado como la proyección espiritual de un genio y en la expresión de ideas, entonces no hay aprendizaje posible. De ahí a que se haya perdido totalmente es esa relación maestro- aprendiz; lo cual me da mucha pena ya que hoy en día y desde el siglo XVIII los artistas modernos trabajan en la soledad sin transmitir sus ideas o sus logros a alguien y todo ello debido a Sociedad de Derechos de Autor que ha implantado ese individualismo hasta el punto de que si te sale un discípulo lo puedes denunciar por plagio.
Me ha llamado mucho la atención cómo antiguamente los maestros lo que enseñaban a los alumnos eran sus “ trucos” ” y a cambio éste tenía ciertas obligaciones con su maestro, tales como cocinar, limpiar la casa y demás tareas domésticas; si el discípulo divulgaba dichos trucos podía ir a la cárcel incluso; pero honestamente el arte moderno y ningún artista moderno sería capaz de admitir que posee de algunos “trucos” para enseñar a nadie, no podría enseñar absolutamente nada, ningún truco, sólo grandes ideas.
Todavía en los siglos XVII y XVIII los artistas no se diferenciaban mucho de los artesanos. El negocio de los antiguos artesanos consistía en ganarse el dinero porque sabían hacer algo con mayor habilidad y gracia que los demás. En cambio, el dinero de los artistas modernos se gana porque son espiritualmente, intelectualmente, importantes, son genios o artistas muy conocidos. De ahí esa diferenciación entre artesanía y arte. El término artesano es un término reciente. Hasta el siglo XV se utilizaba más bien la palabra artista o artífice. El distanciamiento entre el artesano y el artista se irá agudizando en el curso de los siglos, aunado a la disolución de las corporaciones, hasta hacernos perder de vista, en nuestros días, el origen común que los unía.
También se aprecia la diferencia que el derecho a la propiedad era, en la antigüedad, el derecho al secreto de taller, en tanto que el derecho moderno atañe a la propiedad intelectual, a la propiedad privada de las ideas o de las mismas ocurrencias. Algo de lo positivo del arte moderno con respecto al anterior es que ahora más que nunca las actividades artísticas han sido más aparentes, más públicas y espectaculares al mismo tiempo que hechas sutilmente y exclusivamente de ideas. Un arte en el que todo son ideas y sólo ideas. Y las ideas como todo el mundo sabe no tienen cuerpo son todas hermosísimas. Este paso de saber hacer algo con mayor destreza a tener muy buenas ideas es el paso que separa a los clásicos de los modernos, separa a los artistas en tanto que hombres hábiles de los intelectuales y filósofos. A pesar de que antiguamente no existía diferencias entre arte y artesanía, artista y artesano, Alrededor del siglo XV, las transformaciones económicas y sociales paulatinamente también dotan con nuevos significados la palabra artista; hoy en día ambos término designan cosas distintas: existe la percepción generalizada de que un artista debe ser recompensado por la exhibición de su obra de forma casi automática, sin que esa obra haya pasado por el filtro de la aceptación y posterior demanda y sin que el artista tenga por que aportar más credenciales que las de su arte. En ese sentido se confunde con demasiada frecuencia al artista con el artesano. Al artista le debería importar muy poco que su obra le reporte beneficios económicos, porque es su medio de comunicar percepciones y emociones que, de otro modo, le resultaría muy difícil expresar, y entra dentro del absurdo querer expresarse previo pago. Si finalmente esa obra es apreciada y, por una simple cuestión de demanda, el artista puede obtener una prestación económica por ella, bien por el artista, pero dar por sentado que, por el simple hecho de ser generada, una obra artística esta debe ser automáticamente recompensada por su disfrute no es de recibo.
Un artesano, sin embargo, ve el arte como el resultado final del aplicación con fines prácticos de tecnología más que como una forma de expresión, la obra de un artesano puede acabar diciendo tanto como la de un artista, pero partiendo desde un punto opuesto, al artesano le gusta la técnica como tal, y la elige como oficio, formándose previamente sin presuponer que sólo su genio creador le va a bastar para llevar a buen fin su tarea. Es decir, el artista crea sin demanda, en un intento de expresarse y comunicar, el artesano, por el contrario, crea bajo demanda, por lo que la contrapartida económica está implícita en el proceso, obviamente ambos caminos son convergentes y muchos artistas acaban siendo grandes artesanos, y notables artesanos geniales artistas, pero es un gran error confundir ambos conceptos.
Pero una vez que se llega a la parte crematística del asunto se debe tener cuidado con el valor que se da a la obra de arte, al menos desde la concepción del arte como medio de expresión y transmisión de emociones e ideas. El artista se está expresando, está transmitiendo, y raramente va a hacerse oír si lo primero que va a exigir es un pago por ello. En su madurez, cuando la forma o el contenido de su mensaje tiene demanda, y en cierto modo deja de crear para expresarse y pasa a crear para colmar las expectativas ajenas, es cuando si está en condiciones de exigir que se le compense por ello.
La prostitución de la cultura es un invento de creadores frustrados o artistas tan fieles a si mismos como estúpidos a la hora de comprender que su obra ya no interesa. En realidad toda la cultura que conocemos es cultura prostituida, al fin y al cabo, sólo los creadores y artistas de éxito, y por tanto con una buena cantidad de encargos a sus espaldas, podían vivir de su arte y producir en grandes cantidades, y son precisamente esas obras prostituidas, las que mayoritariamente han llegado hasta nosotros.
La cuestión es que el artista, cuando deja de hacer obra de autor (otro invento para dar una patina de respetabilidad a una buena cantidad de bodrios) y pasa a atender las peticiones del oyente tiene, de forma casi inevitable, que ajustarse a ciertas pautas y ciertos formatos que han sido los que le han llevado al éxito. Si es un verdadero genio puede llegar a marcar la pauta innovando a la vez que satisface las expectativas que se crean sobre él, pero por regla general mucho artista brilla intensamente en una etapa más bien efímera de fama y fortuna, y por último cae en el olvido ¿por qué? Por ser quizá demasiado fiel a sí mismo y no querer prostituirse, por no ser tan creativo como parecía en un principio o no ser capaz de mantener el ritmo, pero la cuestión es que finalmente deja de interesar y su vida pública se acaba.
El artista puede hacer lo que le venga en gana, ser fiel a si mismo hasta el final o convertirse cada vez más en un artesano, pero sabiendo el rumbo que ha tomado y no cayendo en el patetismo de quejas como nadie comprende mi arte si esa fidelidad a si mismo le supone pasar a un segundo o tercer plano y no poder vivir de su obra.
domingo, 22 de noviembre de 2009
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