jueves, 21 de enero de 2010

SAGRADO

SAGRADO:

El autor comienza este capítulo mostrándonos la diferencia entre lo que significa sagrado hoy en día y lo que significaba antiguamente. Se sitúa antes de la Revolución Francesa, cuando todo el mundo vivía en el seno de las iglesias cristianas. En el Antiguo Régimen cuando se hablaba de “lo sagrado” no era preciso ni aclarar que se estaba hablando de la esfera del sacrificio, este término era todo aquello que se producía en torno al único sacrificio conocido: la misa. Este sacrificio ha sido asumido por la sociedad moderna, una misa en la que se valoraba el sacrificio que su Dios hizo: un dios que se encarna en forma de hombre para compartir el privilegio de los humanos, saber lo que es ser inmortal. Pero sin embargo para este dios la idea de ser mortal y efímero no le convenció mucho por lo que resucitó para regresar a la inmortalidad junto a los restantes dioses; llevándose del ámbito inmortal, humano, una hembra humana a la que adoptó como Madre, y la cual se convirtió en una de las divinidades más amadas por los mortales.
Azúa nos dice que por obsequio por la colaboración de los humanos en su experimento de convertir un dios en humano, el dios concedió a los humanos una gracia, que consistía en reunirse con él en el cielo, en la gloria de la inmortalidad con la condición de realizar sacrificios en su nombre, creyendo en un dios único. La decadencia de la misa cristiana nos hace pensar que los mortales modernos están a punto de abandonar toda esperanza de ser algún día inmortales, o tal vez han dejado de tragarse dichas mentiras de la inmortalidad, no lo sé.

La merma del número de creyentes que arrojan las encuestas reflejan que vivimos un tiempo de crisis, no sólo local sino universal: estamos frente a una crisis civilizatoria porque se ha agotado el modelo de civilización que se construyó en gran parte con fundamentos cristianos, con participación de elementos religiosos antiguos y modernos. Estas estructuras sociales, políticas y económicas están entrando en una profunda crisis. Nos las estamos cuestionando. La encuestas revelan complejos procesos de desinstitucionalización religiosa y de individualización y recomposición de la creencia.

Para los filósofos el sacrificio es una destrucción gratuita de algo valioso, la esencia del sacrifico es que algo desaparezca sin que lo aproveche nadie más que el dios a quien se dirige. Éstos espantados tras constatar la crisis acelerada de nuestras actividades sacrifícales y de la renuncia de los humanos de Occidente de la inmortalidad, se plantearon si no sería que dicha actividad religiosa había cambiado y estaba teniendo lugar en otro altar: en la actividad artística; ya que ésta es la única actividad que se asemeja al sacrificio. Y en realidad no iban muy desencaminados ya que las prácticas del arte moderno suponían sacrificios gratuitos enormes, Asúa nos pone varios ejemplos: Rimbaud en África, Kafka en la oficina, Van Gogh en el manicomio junto con Nietzsche, Artaud, Hölderlin, Schumann y Wolf; Poe, Joyce y Baudelaire en la miseria… entre otros muchos cuyo dolor inmenso se ofrecía en el altar artístico, ya fuese de poesía, pintura, música, teatro, ópera, en los toros,… los filósofos se planteaban si las artes habían sustituido a la misa en el sistema sacrificial de Occidente. Esto hizo que durante unos años y aún hoy en día sigue, las artes se estudiaran como el territorio sagrado de la modernidad y el ámbito secreto de un culto a divinidades que hasta su nombre se había olvidado. Según Azúa que las artes se vieran como la última huella de manifestación de unas divinidades desaparecidas es de notable interés, los artistas como desveladotes de aquello oculto a nuestros ojos.

Pero algo que ha dañado esta teoría del sacrificio es que las prácticas artísticas han ido siendo cada vez menos heroicas y raro es el pintor o músico que hoy en día pasa hambre o no vive de una beca del Ministerio de Cultura. Que las prácticas artísticas actualmente no pertenezcan al orden de lo sagrado, no impide se sigan haciendo obras de arte que aunque no sagradas ni heroicas en su totalidad pero sí que es lo que nos queda más próximo a una experiencia de lo sagrado en este mundo que ha quedado (casi) totalmente desposeído de acceso a la divinidad así como de los pensamientos de nuestra mortalidad.

Azúa comenta que esta cuestión de lo sagrado debe tratarse con prudencia ya que roza el ridículo y la cursilería. Si algo roza el ridículo quiere decir que produce pavor, miedo, no queremos saber más. Antiguamente era el bufón el encargado de decir aquello que los poderosos debían saber para evitar el caos que provocaría su ignorancia, pero que no querían oír. Hoy en día esta misión la cumplen los artistas aunque realmente en la actualidad podemos decir lo que nos dé la gana y no pasa nada. ahora no es que todos seamos bufones o artistas al poder decir lo que queramos decir, sino que ya no hay poderosos.

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