TRADICIÓN:
El autor comienza relatando que desde el Renacimiento, toda producción artística y toda empresa intelectual debe inventarse su propio pasado para encajarse en una tradición u otra. Los surrealistas buscan surrealismo en la historia y lo encontraron en l apintura medieval o en las culturas africanas, los cubistas lo encontraron en los escultores góticos. Sólo los futuristas son hijos de sí mismos, pero duró poco debido a la inmediatez de futuro que presentaban. Entre los modernos no hay más tradición que la que inventa la invención y viceversa, toda invención moderna se convierte en tradición para dejar de ser moderna, e incluso dejar de ser invención.
Nuestra tradición se construye en el presente constantemente nuevo, cuyo trancurso debe renovarse cada cierto tiempo; la novedad es el signo de ese vacío renovado en ese cierto tiempo. ¿pero quién decide cuánto es ese cierto tiempo?
Ninguna época de la humanidad había producido tan notable cantidad de pasados simultáneos como actualmente. Un artista primerizo puede elegir entre catorce o quince pasados, todos adecuados y admitidos como tradición de curso legal: los neo-algo y post-algo. Si nos comparamos con un pintor de una época mucho anterior nos damos cuenta de la pobreza de sus pasados, pero en cualquier caso, y es una opinión personal, no se si es mejor tener tantos pasados o no tener ninguno ya que estamos limitados por ellos, si debemos innovar sobre lo innovado, si hay muchos pasados, la tarea de innovar y crear algo nuevo se nos presenta mucho más difícil. Además las tradiciones se aceleran de día en día y pueden adoptarse como pasados y tradiciones normalizadas aquellos inventos que tuvieron lugar hace tres años.
De continuar la aceleración de los pasados y tradiciones no quedará lugar para el presente y ya no habrá novedades, Azúa nos dice que ya sólo quedará en el arte de vanguardia será la arqueología que trabajará sobre las culturas de la semana pasada. Semejante situación no es ni buena ni mala, pero obliga al artista a repetir incansablemente lo que ya se ha dicho, visto y oído.
Algunos artistas, como M. Barceló o el desdichado Basquiat, fueron arrancados al arte viviente y convertidos en su propia tradición cuando apenas habían comenzado a hablar. Desde entonces ya no son pintores, sino museos de sí mismos, con sus evoluciones, con sus etapas, pero ya no exponen lo que pintan sino capítulos desconocidos de su tradición.
sábado, 23 de enero de 2010
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