sábado, 23 de enero de 2010

VERDAD

VERDAD:

Azúa comienza planteándonos una serie de preguntas: ¿Por qué deberíamos acepta la descomunal importancia que han adquirido las artes? ¿Por qué razón ha de tener algún interés la pintura de una vaca cuando la sola presencia de una vaca ya es difícil de soportar? Desde la más remota antigüedad, algo que ha sacudido el ánimo de los más sólidos intelectos ha sido ese absurdo del arte, su inutilidad, su extravagancia… y les ha hecho plantearse otras preguntas como: ¿qué es más importante salvar a un niño del dolor o salvar la pinacoteca del Prado? El delirio del arte es en verdad, disparatado ¿como justificarlos precios que pagaban reyes y papas por una pintura, cómo justificar la construcción de las pirámides…?

Desde su origen, Occidente ha sufrido notables dificultades para aceptar la práctica de las artes sin remordimientos. Las explicaciones que dan la religión, la magia, el poder y otras grandes palabras como “razón” para la existencia de lar artes, no hacen sino retrasar el enigma a un estadio anterior. ¿Para qué necesita la religión de las imágenes y de los sonidos? ¿Por qué quieren rodearse de escenas mitológicas?

Pero la gran pregunta es ¿Qué se esconde en los productos artísticos como para haber resistido ataques, robos, todas las incomprensiones y haber alcanzado un precio tan descomunal? ¿Qué es lo que las artes esconden para que los apoderados se las disputen? Incluso si aceptamos que en la era moderna las artes están desapareciendo ¿Qué fuerza se ha puesto en marcha capaz de acabar con las artes? ¿Realmente lo ha conseguido? Según Azúa sólo caben dos respuestas:

- La respuesta que da Platón, de Stalin, del Vaticano y de la gran mayoría. Éstos dicen que las artes constituyen una farsa y su éxito responde a la estupidez de las gentes, las cuales también aman cosas inverosímiles. Para Platón los productos artísticos son un engaño infantil que fascina a las gentes sencillas. Esta determinación, aunque pocos lo admitan, es lo que casi todos los sistemas políticos han aplicado con la excusa de “adaptar” las artes a las necesidades del Estado. Según él las artes sólo pueden existir bajo control de la autoridad política. De manera que el Estado debe controlar a las artes y a los artistas. Solo algunos son los países que en la actualidad no están bajo el control político, de las iglesias, del Estado; en estos países se da un arte con total libertad pero en ellos las artes casi han desaparecido o presentan muy poco peligro. ¿pero qué es lo que temen de lo que las artes representan como para clausurarlas? La respuesta es que lo que temen es la presencia en las obras de arte de una verdad incontrolada, una verdad alternativa a la que ellos proponen, una verdad silvestre de la competencia. Platón condenó a las artes porque mentían, para él el arte distrae, corrompe, engaña y entontece a las gentes.

- Si en lugar de atenernos a lo que han creído la gran mayoría de los seres humanos de controlar las artes, nos fijamos en lo que dice otra pequeña minoría la cual defiende la autonomía absoluta de las artes. Esta respuesta es la que dan Aristóteles, Nietzsche y Heidegger entre algunos otros, los cuales piensan que las artes recelan bajo su aspecto agradable e incluso lúdico, un oscuro secreto conocido por algunos sabios y sospechado por los aficionados. Éstos ven en la práctica artística o en las obras de arte un aspecto de la verdad que escapa al control científico y administrativo de la vida social. Aristóteles revoluciona la visión negativa que dio Platón, de la imitación de la mentira, respondiendo a éste que si bien las artes mienten porque sus representaciones son ficticias y no reales, no por eso debemos condenar la mentira. Es una mentira buena ya que los humanos amamos imitar las cosas y así aprender mucho más sobre ellas. Dichas representaciones nos muestran las cosas tal y como se nos aparecen, como podrían ser o como deberían ser. En todos estos casos hay una participación, un puente, entre la cosa representada y la representación, la obra nos cambia nuestra forma de pensar aunque sólo sea por un rato. Hay una adecuación y por lo tanto un cierto asomo a la “verdad”.

Mientras que las artes fueron consideradas imitativas se mantuvo la justificación aristotélica. Pero a partir de Kant, el fundamento se disolvió porque las artes pasaron a reposar y fundarse no en una exterioridad eterna e imitable sino una interioridad concebida como Subjetividad de un Genio. Según la creencia moderna las artes no representan el mundo externo, la realidad de las cosas, sino que representan la rica vida interior, los pensamientos y sentimientos del artista. Según esto basta con hacer desaparecer al sujeto para controlar las artes.

El Romanticismo y sus secuelas forman la historia de esas ganas de manifestar la potencia de su alma contra la dura objetividad del Estado. Lo que con Kant y los románticos había perdido peso era la obra misma, el producto de las artes. El arte seguía manteniendo una relación privilegiada con la otra verdad (seguía siendo verdadero a su manera) pero su verdad ya no estaba en la ora, ni en la exterioridad del mundo sino en la subjetividad del artista. Esta frágil posición de las artes en la teoría romántica fue la que adoptó con mucha habilidad Hegel para renovar la teoría platónica. Ahora otra vez las artes pasaron a ser parte del Ministerio de Cultura y de la Propaganda, otra vez se acabó con el arte y se hizo de las obras de arte meros documentos históricos de una verdad social o nacional; los artistas debían expresar ya no el genio del propio artista sino del pueblo. Después de Hegel parecía muy difícil que las artes recuperaran sus competencias pero surgió una de las supremas expresiones filosóficas de todos los tiempos: la tesis doctoral “El origen de la tragedia” de Nietzsche para el que las artes han sido la constante barrera opuesta por la fuerza vital y el ánimo exaltado, a las represivas construcciones de la razón del Estado. Lo que busca éste es el fondo mismo de la verdad artística, para él la obra en sí es indiferente, lo que importa es la pulsión que se manifiesta en la creación artística como celebración de la vida que se produce en cada experiencia artística. Según él tanto artista como consumidor son los artistas. Por ejemplo el derramamiento de sangre puede ser artístico para un nietzscheano ya que se produce al margen de las razones del Estado, más allá del bien y del mal. En conclusión la grieta que Nietzsche produjo en los fuertes muros de la fortaleza del Estado ha sido el único resquicio por donde las artes han podido iluminarse en nuestra época.

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